Cooperativas de Comunidades de Vecinos


   Si hay una imagen característica del pasado boom inmobiliario que perdurará en la retina de los ciudadanos, esa es la de los bosques de grúas que podían otearse desde innumerables carreteras españolas. Era tal la demanda de vivienda nueva que empresas, administraciones y con ellos los particulares se olvidaron de otro segmento de negocio aledaño a la promoción, como es la rehabilitación.

   Ahora que no se construye casi nada, solo allí donde la oferta se ha agotado y las nuevas casas logran venderse a precios razonables, vuelve el interés por recuperar buena parte de ese parque más antiguo y deteriorado (seis de cada 10 casas se levantaron sin normativa de eficiencia energética). El problema es la escasez de financiación. El crédito se secó de golpe para todo lo que tuviera que ver con la promoción inmobiliaria coincidiendo con el estallido de la crisis financiera y todavía hoy son los menos los que empiezan a lograr el sí de su banco o caja.
   De hecho, mientras en los tiempos de bonanza, una promotora podía emprender una obra de miles de casas sin arriesgar prácticamente nada de sus recursos propios, en la actualidad puede existir el consenso de una comunidad de propietarios (con lo difícil que es ya solo eso) para reformar la envolvente del edificio, pueden incluso disponer del proyecto y el presupuesto aceptado y tener que llamar puerta tras puerta a los bancos solicitando el crédito que necesitan para llegar a la conclusión de que la mejora de sus casas tendrá que esperar.
   Desde los primeros años del siglo XX, el papel de las cooperativas de viviendas se reveló crucial. Ahora que tanto se escribe de la economía colaborativa, las cooperativas han sido tradicionalmente las empresas participativas por excelencia. Lo son hasta tal extremo, que sin la participación de sus socios o cooperativistas, la sociedad creada se desnaturaliza. En otras palabras, se trata de una agrupación de personas que comparten la necesidad de una vivienda y se unen para acceder a ella mediante la autopromoción, en las mejores condiciones de calidad y precio posibles.
   Carecen de ánimo de lucro mercantil, ya que su finalidad es la adquisición de una casa a estricto precio de coste. Por ello, si en el pasado emergieron para ser alternativa a la fórmula tradicional del promotor que vende al cliente final, por qué no hacerlo ahora para acercar la financiación a las comunidades de vecinos que quieran acometer obras de reforma o rehabilitación en su inmueble.
    La banca insiste en no conceder préstamos a las comunidades de propietarios, por lo que se sugiere que la solución pasa porque esa comunidad de propietarios se convierta en cooperativa. Con esta operación, los vecinos podrían solicitar la financiación que necesiten al banco y, de este modo, con la personalidad jurídica propia que les otorga esa figura societaria, quizás las entidades perciban la operación con menos riesgos.
   Desde la Confederación de Cooperativas de Viviendas (Concovi) se animó a explorar estas posibilidades, como la de que sean también esas mismas cooperativas quienes desarrollen todo el proceso de la rehabilitación, igual que las cooperativas también promueven la construcción de vivienda libre, cuando históricamente se habían dedicado casi en exclusiva a las de protección oficial (VPO).
   Ángel Hernández, vocal de la Junta de Gobierno del Consejo General de Colegios de Administradores de Fincas, avaló esa conversión en cooperativas, pero también la unión de comunidades en agrupaciones y mancomunidades para poder negociar en mejores condiciones con la banca. “No se conceden créditos por falta de imaginación para crear productos nuevos, específicos para esta clase de proyectos, con tipos de interes asequibles y plazos de amortización adecuados”, insistió Hernández.
    Todos los expertos consultados además subrayaron que con un impulso a la financiación de esta actividad se podrían conseguir varios beneficios: la mejora y el aumento de valor del patrimonio inmobiliario, la reactivación de la economía y grandes ahorros en la factura energética. Por delante, un negocio de millones de viviendas por renovar, “así que si no hay fórmulas, invéntenlas”, clamaron.

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FUENTE: cincodías.com
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